Publicado en Pensamientos

Querida Marta

Querida Marta, tú no me conoces y, hasta ahora, yo no había oído hablar de ti más que en alguna conversación de amiga y en términos de orgullosa maternidad.

Por desgracia, al menos parcialmente, eso ha cambiado. Ahora he oído hablar de ti mucho más de lo que habríamos querido ambas, sin embargo los términos de orgullosa maternidad están más fuertes que nunca.

No sé si preguntarte cómo estás, porque eso te lo preguntarán a todas horas estos días y tú básicamente querrías que todo fuera tan normal que nadie se preocupara por ti y por tu estado. Pero no es así.

Lo pasado el día nueve en el colegio marcará tu vida, y la de todos los que te quieren, para siempre. Pero está en tu mano que esa marca sea de victoria y no de derrota; de orgullo y no de humillación. Y, por lo que sé, por lo que veo y oigo, creo que ya estás ahí.

Espero que no te parezca mal si te digo que en toda esta situación tú no eres la víctima. Tú fuiste tan sólo un instrumento en manos de los responsables de la vida de unas niñas en su deliberado y sistemático empeño de destruir la vida de sus hijas. Ellas son las víctimas. A ellas les han estropeado la vida. Tú has sido el martillo para clavar ese clavo, si en esa labor el martillo sufre desperfectos, ¿qué más les da a ellos?

Pero, ¿y los demás niños presentes? ¿Cómo es posible que sus padres permanezcan ajenos a esta barbaridad? ¿No tienen pesadillas? ¿No se niegan a volver al patio del colegio? ¿En qué clase de sociedad vivimos si tiene que pasar media hora para que te ayuden en mitad de una multitud expectante?

Dice tu madre que te han ofrecido cambiarte de colegio y que tú no has querido. A los matones se les hace frente así. A pesar del miedo, a los demás niños les haces un bien inmenso.

Cuando les enseñamos a nuestros hijos que “se buscan valientes”, les pedimos que den un paso al frente, que no se rindan, que no se amilanen y no se dejen vencer por el miedo que determinadas personas y determinadas situaciones nos producen a todos, que hagan frente al malo. Desde ahora podré decirles a los míos que no hay que buscar muy lejos para encontrarlos y que yo conozco, aunque sea a través de su madre, a una chica que se llama Marta y que es una valiente.

Autor:

Profesora de enseñanza media de Latín y encantada con serlo, pese a las dificultades

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